Afirmar que un sujeto acaballado sobre otro, en el ejercicio de aparearse, es un espectáculo digno del más íntimo y recóndito escenario, por lo repugnante que resulta para quien simplemente nació, vivió y morirá fuera del clóset, entraña hoy en día toda suerte de riesgos, que oscilan desde exponerse al saboteo de un hacker hasta jugarse la vida misma, pasando por ser objeto de toda clase de epítetos, el menor de ellos tan recurrente y tan sonoro como el de terrorista: el calificativo de homofóbico.
Con el debido respeto
por la diversidad, derecho inalienable de todo individuo, resulta imposible
soslayar la experiencia que como televidente tuve alguna vez en horario para
adultos, cuando el presentador de la película del viernes, Bernardo Hoyos, un
ícono del saber, un intelectual, modelo de prudencia, advirtió sobre el
contenido explícito en ciertas escenas de una producción francesa, clasificada, según los cinéfilos,
dentro del género culto.
Y fue así como de entrada del filme, bajo la media luz de un cuartucho de motel, de dos sujetos que parecían alistarse para un combate grecorromano, pronto sus testículos intercalados parecían un atado de cebollas cabezonas basculándose, mientras los protagonistas asumían sus respectivos roles de activo y de pasivo en medio de una barahúnda y escandalera propias de dos mulos encolerizados que, para el cultor de lo femenino hasta la sublimación, ofendían el sentido estético y conceptual de la sexualidad. Imposible omitirlo: ¡Una escena asquerosa! En segundos experimenté una descarga eléctrica sobre mis sentidos, y calcinado emocionalmente apagué el televisor.
Y fue así como de entrada del filme, bajo la media luz de un cuartucho de motel, de dos sujetos que parecían alistarse para un combate grecorromano, pronto sus testículos intercalados parecían un atado de cebollas cabezonas basculándose, mientras los protagonistas asumían sus respectivos roles de activo y de pasivo en medio de una barahúnda y escandalera propias de dos mulos encolerizados que, para el cultor de lo femenino hasta la sublimación, ofendían el sentido estético y conceptual de la sexualidad. Imposible omitirlo: ¡Una escena asquerosa! En segundos experimenté una descarga eléctrica sobre mis sentidos, y calcinado emocionalmente apagué el televisor.
En lo que parezca un doble discurso, complejo de explicar, en cambio, desde la óptica necesariamente masculina y hasta ortodoxa, al menos como casual espectador, el amor lésbico entraña, hormonal y sensorialmente hablando, una percepción antagónica a la del episodio anterior. Y es porque aquí talvez entra en juego el culto incondicional a lo femenino en todas sus expresiones, que permite exaltar la sensualidad y la plasticidad presentes particularmente en aquellos encuentros puestos en escena.
Bien que mal, es un hecho el que con la modernidad y la reivindicación de los derechos de la comunidad LGBT a niveles del Estado y de la cultura ciudadana se ha logrado el reconocimiento hacia quienes piensan distinto, al punto de que cuanto antes resultaba contrario a la vieja moral religiosa y a las "buenas costumbres", es hoy el mayor y más extendido movimiento de vanguardia en el mundo, muy por encima del consenso contra la pobreza o del clamor contra el calentamiento global, y provisto de una fuerza tal, que la heterosexualidad pareciera en vías de convertirse en la cruz y en el tabú que por siglos le correspondió a la homosexualidad.
Bien que mal, es un hecho el que con la modernidad y la reivindicación de los derechos de la comunidad LGBT a niveles del Estado y de la cultura ciudadana se ha logrado el reconocimiento hacia quienes piensan distinto, al punto de que cuanto antes resultaba contrario a la vieja moral religiosa y a las "buenas costumbres", es hoy el mayor y más extendido movimiento de vanguardia en el mundo, muy por encima del consenso contra la pobreza o del clamor contra el calentamiento global, y provisto de una fuerza tal, que la heterosexualidad pareciera en vías de convertirse en la cruz y en el tabú que por siglos le correspondió a la homosexualidad.
Sólo viéndolo a la luz
del día a día, bares, parques, teatros, clubes, hoteles, playas, tiendas,
paquetes turísticos, literatura, música, sitios web y otros espacios
conquistados por la comunidad gay no bastan aún como logros alcanzados, sino
que además empiezan a adquirir una relevancia, un despliegue mediático y un
protagonismo que en breve, a este ritmo, será excluyente y hasta opresor, una
vez la causa ha accedido ya a los estrados de la política, al ámbito de la
cultura popular, a los círculos de la intelectualidad y al poder económico.
Como ocurre con los
negros o los latinos en Palm Beach, el edén de los ricos y ojiazules de la
clase alta norteamericana, o con los adultos mayores en las inmediaciones de un
concierto de rock, de ahora en adelante el universo heterosexual deberá empezar
a buscar y a ingeniarse su propio entorno, a efectos de poder sobrevivir a la
creciente hegemonía, ya no propiamente de la homosexualidad, sino al
homosexualismo militante. ¿No estamos, pues, ante el nuevo orden mundial de la
sociedad, por cuenta de un evento como la unipolaridad sexual? ¿Surge una especie de imperialismo transgénico?
¿Cómo enfrentar la
avanzada de esta contracultura sin incurrir en estereotipos ni en extremos que acentúen la
brecha y hagan de ella un escenario de confrontación, cuando entre las
nuevas generaciones se abre paso un cambio radical de conceptos, un nuevo estatus. que desborda toda
noción de lo establecido? Sin
duda, se trata de un gran dilema sociocultural que con el tiempo puede trascender en la coexistencia básica entre distintos.
Ahí no más está el
presidente Barak Obama en la recta final de su campaña reeleccionista
deshojando la explosiva margarita sobre si en sus próximos cuatro años avalaría
o no la legalización del matrimonio entre parejas del mismo sexo, decisión
política que puede costarle su permanencia en la Casa Blanca. La sensibilidad
misma del tema es de por sí un referente sobre el significativo avance y la
influencia obtenidos por los movimientos civiles en favor del legítimo derecho a la
libertad sexual.
En verdad, aquí el eje
del asunto no está en discutir sobre el derecho universal a la inclinación de
género ni a su inclusión en el orden principal de la sociedad, sino en la que
se insinúa, por las características de la evolución del fenómeno, como la
expansión de un acontecimiento de connotaciones imprevisibles,
como en otras fases de la Historia fueron, por decirlo de alguna manera metafórica, el avasallamiento de las Cruzadas o la acción devastadora de los
ejércitos de Adolfo Hitler, expresiones totalitarias, que determinan
el destino del resto de mortales.
A partir
del arte y de la magia en que se funda la armonía cósmica, desde la génesis
de las cosas en su equilibrio y ordenamiento espontáneo, según el toro es a la vaca, el
tornillo a la rosca, la flor de loto al agua, la manzana a su árbol y no
ensartada en una mata de cactus, la nube al cielo, la pluma al papel, propios
de la inspiración selectiva del Universo, ¿cómo no admitir que ejemplares como
los siguientes fueron concebidos para el fin que justifica su existencia, es
decir, para el complemento natural de los cromosomas X y Y? A menos que, por ejemplo, las teorías de Charles Darwin sobre la evolución se hayan quedado cortas o que ciertos manuscritos suyos permanezcan inéditos...
Antonija Misura, basquetbolista olímpica, Croacia.
Mila Kunis, actriz
norteamericana.
Jennifer López, cantante y
actriz puertorriqueña.

Ninel Conde ("El bombón Asesino"), presentadora y
actriz mexicana.
Ver más poderosas razones...
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